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viernes, 18 de septiembre de 2015

Conversación Casual

Caminando por las calles de una ciudad recóndita, mantenía una conversación, sostenida a lo largo de una vida, en tela de juicio tendido, estaba la opinión de un interlocutor anónimo, cuyas opiniones solo eran captadas por mi sutil sistema auditivo. Debatía, temas filosóficos, divagaba sobre la vida, cosas banales, temas intensos, y pensamientos que daban paso a más pensamientos. 

Al girar en un esquina, de forma desprevenida, no sabía a donde me dirigía, caminaba sin rumbo, sumergido en un vaivén de palabras, mi interlocutor y yo, discrepamos 100 de cada 10 opiniones compartidas, quien sabe donde fui a parar.

Mientras argumentaba, mi sangre bullía, mi pensamiento se condensaba en un estado de catalepsia inducida, estaba rígido, no solo yo, sino también mi interlocutor, que se enardecía, caminando a mi lado, a un mismo ritmo que el mío. 

En un sutil suspiro, dí por terminada la conversación, exhausto, cansado de tanta terquedad, preferí no hablar más, acepté que, no llevaría a ningún lado coherente esta conversación. En ese momento entendí, que hablar conmigo mismo, era fructífero, en el mismo nivel, que sin sentido; era nutritiva y enriquecedora, pero de igual forma, era sin motivo alguno, carente de sentido.

Fue entonces cuando entendí, que no había mejor interlocutor, que una versión de mi, menos coherente y más imprudente.

viernes, 7 de agosto de 2015

¡Que tristeza vivir!

Que triste eso de vivir solo por hacerlo, de vivir por una rutina, por  un día, por un quince y un último, por llenar el espacio-tiempo, vivir, por llegar a morir de viejo. Vivir, por no estar muerto. Que tristeza vivir, solo por estar de paso, sin motivo, sin descanso.  Duele preguntar y que no sepan responder, cuando indagas, acerca de por qué están bien, de por qué están vivos. Solía decir que nadie vive sin motivos, pero he coincidido en el campo de batalla, con peones, reyes y alfiles, que solo se mueven porque deben, por llegar al anochecer.

La vida sin motivo, es igual de vacía que la muerte, igual de sin sentido, que el sexo por placer, que bien que bonifica, pero poco satisface, tan lúgubre que mansión abandonada, tan sempiterno como la creatividad y la relatividad, tan rígida, tan vaga, tan mala.

No suelo ser experto, en casi ningún tema, mi costumbres me hacen ignorar, casi cualquier cosa, no por descuido, ni por desinterés, si no más bien, para no involucrarme demasiado, el norte fijo de la vida que he construido hasta hoy, no comulga con las buenas costumbres, ni los buenos deseos, ni mucho menos con las convenciones sociales, quizá, un detonante de la alienación de una versión de mi, que poco conozco, todo esto, para no afectar el destino que me he planeado, no digo, que tengo un punto fijo en el horizonte, que hace mover mis pies como bailarina de ballet, siguiendo la coreografía del cascanueces, no, al contrario, mi torso, poco flexible, baila al compás de una melodía rara, sin ritmo, mis extremidades superiores, ondean en el aire, sin relación alguna al movimiento de aquello que los une, lo que queda de mi cuerpo, intenta con sutileza y gracia, a penas caminar de frente, erguido, y así, voy disfrutando de paso, cada segundo, cada instante, es lo más cercano a un motivo de vida, que he podido alcanzar. 

Así, pues, he vivido los últimos años, danzando a mi propio ritmo, buscando mi felicidad y sin detenerme a pensar, si me veo bien, moviendo el cuerpo en perfecta imitación de cachorro saltarín, con pulgas en el regazo, ni girando hacia atrás a ver si alguien me está observando. Es mi motivo de vida, disfrutar al máximo, ser feliz sin depender de nada, y darle importancia a lo que realmente importa, ¿Quién soy? y ¿Hacía dónde voy?.

¿Y tú?, te has detenido a pensar, ¿Por qué vives hoy?.

sábado, 4 de julio de 2015

¿Cuál culpa?

Nadie es culpable, de la sutileza de la vida al separar almas, unidas antes de nacer.
Nadie es culpable, que las casualidades les unan el camino, pero no el destino.
Nadie es culpable...

Se vive y se disfruta cada instante, en lugares diferentes, con corazones al unísono, dos palpitaciones que sustentan dos vidas, a un solo latido. ¿Te has preguntado? ¿Te han cuestionado? ¡NADA!

Las huellas que deja el paso de la vida, como huellas dactilares indelebles, únicas e identificables, reemplazable, pero no dignas de ser empujadas al olvido; a eso me refiero, puedes vivir cada momento, que cada momento quede marcado en tu memoria, pero es tu decisión, seguir recordándolo o vivir nuevos momentos.

No estamos obligados, a recordar una violación, un robo, un trauma de la infancia, ¡NO!, pero tenemos la capacidad de hacerlo, y es toda la prisión a la que estamos condenados, la libertad, aunque parezca difícil, está en nuestra manos; nuestra libertad de elegir, nos hace libre, la incapacidad de hacerlo prisioneros.

Pasa con todo, los recuerdos, las acciones, los momentos, las oportunidades, la vida, nos ha limitado con la capacidad de razonar, de elegir, de creer y pensar; y esa es nuestra cárcel, esa, nuestra condena. 

martes, 27 de enero de 2015

Mi amiga, vale por dos.

Dancé tango, sumido en inconsciencia, acompañado de mi amiga.
Salte vallas, como jinete de un cobaya, de la mano a mi amiga.
Escalé el everest con escarpines tejidos, cargando a mi amiga.
Hice tanto con ella que ya es parte de mi vida.

Pero mi amiga, tenía su amiga...

El ocaso vislumbró un destello de luz, en el cristal oculto bajo los parpados ajenos, la tenue luz dejo entre ver un par de ellos, a la mitad de los cuencos, cual raudales de río, descendía, con suavidad, un camino, era sutil como la seda, pero terminaba simulando un acantilado; en caída libre se veían, estáticas las perlas, escondidas detrás de montañas definidas, con tanta sutileza que hasta las nubes sentían envidia... Recubierta de piel perlada, debajo de un velo de finos hilos de seda, se dejó entrever con su sutil mirada, su sonrisa encantadora y su nariz respingada. Todo esto en el ocaso, con el crepúsculo, en la comodidad del silencio y arropados por la penumbra... Se podía describir la sensación de ver aquél espectáculo bajo la sutil y difusa luz de la luna, salpicado por escarchados destellos de las estrellas. Duró la noche, duró la escena... 

El alba repentina, llenó de luz el bosque, cada esquina, cada rincón, las fogatas sucumbieron por el rocío mañanero, habían cumplido su función, brindar calor y ahuyentar animales salvajes de las adyacencias del lugar, sin saber, ni sospechar, que el peligro acechaba de una forma menos vulgar, más sutil, mas cordial.

La aurora matutina, dejo ver otros rasgos, otras facciones, bajo la misma piel, que la penumbra y la urgencia, contenida en la premura inducida por la fortuna, no reflejaba. El cristal era madera, el alcantilado, peligroso, las perlas eran papel, la seda eran algas arrastrada por la marea, la belleza solo era producto de la premura, y mi amiga, que su amiga no era más que ella misma alumbrada por buena luz, mi amiga ya no es mi amiga.

Aún conservo su rostro en la noche oscura, sabiendo que la luz del amanecer cambiará la percepción, pero mi amiga, que creí era una, son dos siendo una y una siendo dos, si aún desconocen su nombre, se preguntan quién es, por las noches ilusión y realidad al amanecer.